Como humanidad somos capaces de construir bombas atómicas, portaaviones y muchas cosas más que impresionan, pero curiosamente no podemos disponer de bombillas que duren toda la vida, de celulares cuya batería dure un mes, etc. Hice énfasis en la disposición porque el hecho de que no se comercialicen no significa que no existan.
Hemos escuchado hablar, más en últimos tiempos, de tecnologías de iluminación que prometen dar el gran salto hacia el futuro, presentando bombillas capaces de durar un par de décadas, teniendo mucho menor consumo y mayor respeto por el medioambiente. ¿Qué está ocurriendo entonces? ¿Por qué esas tecnologías no llegan a nosotros los consumidores finales?
Ahora una laptop dura sin problemas unos 3 años en promedio, después de lo cual algunos componentes comienzan a fallar, comenzando por las baterías. Los refrigeradores de antaño podían estar en la misma cocina por varias generaciones, los de ahora duran en promedio 7 u 8 años antes de que comiencen a fallar. Y podemos continuar con muchos más ejemplos que derivan de la llamada obsolescencia programada.
‘Ya no hacen las cosas como antes’, es una frase que los mayores suelen repetir a menudo, frase que además tiene toda la razón. Se menciona que existe un pacto no oficial entre las grandes empresas que fabrican electrodomésticos, dispositivos electrónicos, bombillas eléctricas y demás cosas que impliquen circuitos electrónicos o partes electromecánicas.
El negocio es grande y construir cosas que duren muchísimos años implicaría que los consumidores no compren con relativa frecuencia. Si los gadgets durasen una vida entonces no habría razón para comprar nuevos cada año. o las ventas serían menores. Por estas razones ciertas partes de los componentes eléctricos y electrónicos están preprogramadas para fallar después de cierto tiempo, de modo que se tengan que hacer reparaciones o ya de plano comprar un dispositivo o equipo nuevo.
Oficialmente las empresas niegan cualquier asunto al respecto, pero la información lleva muchos años y ahora es más sencillo que este tipo de pactos secretos se conozcan. Lo cierto es que en este punto poco es lo que la sociedad puede hacer, pues dejar de comprar es utópico en la realidad que vivimos, donde el marketing y la publicidad fomentan el gusto por comprar cada vez más.
Vía: La Vaguardia