Meter una bomba nuclear en una mochila para que pueda ser transportada por una persona luce como todo un desafío de ingeniería, aunque no envidio a quienes llegaron a traerla sobre las espaldas; porque si, no es un escena de ciencia ficción, fue una realidad cuando la Guerra Fría estaba en su punto más álgido. Allá por la década de 1960 tanto Estados Unidos como la URSS diseñaron bombas nucleares que podían ser llevadas al frente de batalla en una práctica mochila.
En las imágenes se observa el modelo utilizado por Estados Unidos, que fue desarrollado en los Laboratorios Nacionales Sandia. La idea era que los “portadores atómicos” se aventaran en paracaídas para descender sobre infraestructura importante para el enemigo, la cual sería inhabilitada con la explosión atómica; o la otra opción era infiltrar las mochilas con las bombas haciendo uso de equipos de buzos.
Esta mochila fue introducida en 1964 y se realizaron varias pruebas y simulacros en campo para poner a prueba su maniobrabilidad. La bomba contenida dentro de la mochila pesaba 30 kilogramos y su potencia era de cerca de 1 kilotón, que para darnos una idea podemos mencionar que la bomba detonada en Hiroshima tenía una potencia de 13 kilotones. La bomba estaba protegida por una cápsula de aluminio y fibra de vidrio, que agregaba otros 15 kilogramos de peso.
Al final de cuentas la bomba no era tan portátil como se quería, pues el portador debía ser auxiliado por dos hombres para transportar la mochila en terreno complicado. Y si hablamos de fiabilidad tampoco había mucho que presumir, ya que para evitar activación por pulsos electromagnéticos el sistema de activación era análogo y mecánico, con la desventaja de que la detonación podía adelantarse unos 13 minutos o atrasarse 8, por lo que podemos concluir que los portadores eran enviados a misiones suicidas.
Vía: Fogonazos